La preocupación sobre el medio ambiente no es nuevo. Quizá su enfoque, y sobre todo su popularización, es lo que ha cambiado
07 septiembre 2019 |
La Madre Naturaleza no existe
Ya se han producido cinco extinciones masivas que acabaron con prácticamente toda la flora y fauna de la Tierra (¡5 veces!). En ninguna de esas extinciones participó el ser humano.
Otras formas de vida, además, han cambiado el mundo de formas mucho más profundas que el ser humano: hace 3 000 millones de años, la vida cambió el color de los mares interiores; hace 2 000 millones de años, la composición general de la atmósfera; hace 1 000 millones de años, el tiempo atmosférico y el clima; hace 300 000 años, la geología del suelo, como explica Carl Sagan en Sombras de antepasados olvidados:
Estos cambios profundos, causados todos por formas de vida que tendemos a considerar "primitivas" y desde luego por procesos que calificamos de naturales, dejan en ridículo los temores de quienes piensan que los hombres, con su tecnología, han conseguido ahora "el fin de la naturaleza". Estamos extinguiendo muchas especies; quizá incluso consigamos destruirnos a nosotros mismo. Pero esto no es anda nuevo en la Tierra.
El peor enemigo de la naturaleza es la naturaleza. Si algún día diseñar tecnologías que controlen sus veleidades, tal vez, y solo tal vez, saldremos vivos. Para ello hace falta activismo, sí, pero no tanto del que considera la madre naturaleza su nueva deidad; hace falta información, pero no alarmismos para ganar lectores; y, sobre todo, hace falta humildad: el medioambiente está sujeto a muchas variables, y cada acto despliega una miríada de consecuencias inesperadas.
No se trata solo de contaminar menos dado que cada vez somos más millones de personas y no parece que la cifra vaya a detenerse a corto plazo; no se trata de atrasar unos años el problema mediante competiciones sobre quién es menos contaminante (como prohibir botellas de agua de plástico en un aeropuerto cuando cada vuelo equivale a 100.000 botellas), sino de solucionarlo.
Lamentablemente, ahora ya no tenemos a Carl Sagan para que nos siga iluminando el camino. Tenemos a Greta Thunberg.