26 febrero 2019

Los seres humanos desde nuestra existencia estamos expuestos a cambios. Nacemos, pasamos por todo ese proceso del crecimiento (donde cambiamos de una forma increíble)

Nos convertimos en adultos y justo cuando pensamos que ya pasó todo… nos empezamos a poner viejos o como digo yo, a tener más experiencia de la vida.



Y ese es solo un ejemplo de todos los cambios a los que nos enfrentamos. Cambiar de empleo, de casa, de país, de entorno y hasta cambiar de pareja o amigos; son situaciones con las que nos encontramos diariamente.  Para algunas personas estas cosas son sencillas porque están conscientes que el cambio es lo único seguro que tenemos, sin embargo para otros cualquier tipo de cambio por más mínimo que este sea, como moverse del puesto en el que siempre se ha sentado en la oficina, puede resultar casi como el proceso de duelo, porque sienten que están perdiendo algo… y créanme que no exagero.

Según la Real Academia de la Lengua Española, el cambio es “dejar una cosa o situación para tomar otra”.  Pero somos seres de costumbres y a veces dejar una cosa, situación o persona es muy difícil, pero más lo es adaptarse a lo nuevo.

Y es que asociamos el cambio con la pérdida de ese algo, más no a la ganancia que podemos obtener del mismo. Generalmente cuando hablamos que vamos a cambiar o que ya hemos cambiado algo, decimos que era porque no quedaba de otra y tuvimos que hacerlo.  Por ejemplo, hace unas semanas me encontré con una conocida y en medio de esas conversaciones rápidas, me dice que se tuvo que mudar de casa de su mamá porque la situación con su padrastro era muy difícil y que bueno ahora tuvo que comprar su propio apartamento y vivir sola, que tenía más gastos, además ahora le tocaba levantarse más temprano, etc, etc, etc. Es decir todo lo malo que había traído consigo ese cambio.

Y cuando terminó de hablar le dije, ¡Que bueno que tienes tu propio apartamento, no hay nada como tener lo suyo, además ya tienes una propiedad porque todo se está poniendo caro, etc.! a lo que ella respondió… bueno si gracias a Dios tengo mi lugar propio y la verdad es que la relación con mi mamá ha mejorado y demás. Terminamos la conversación, nos despedimos y seguimos nuestro camino.

A eso me refiero cuando digo que asociamos los cambios a lo que perdemos, a los esfuerzos que estos nos traen y dejamos de lado todas esas buenas experiencia, todo lo que bueno que vendrá con eso nuevo, porque si hay algo de lo que estoy segura es que veces la vida nos obliga a movernos para recordarnos que estamos vivos.

Y eso me recuerda a una frase que leí hace poco que decía “If you don´t like where you are, move.  You are not a tree”.  “Si no te gusta donde estás, muévete.  No eres un árbol”.

Definitivamente que cambiar o movernos, representa toda una aventura… pero quien dijo que las aventuras no son divertidas.  Yo decidí que voy a vivir sin miedo al cambio, mejor aún, voy a recibir todo lo bueno que viene con esa aventura, además vivir es el cambio más grande y lo afronto con una sonrisa en mi cara todos los días.

 

 

 

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